lunes, 2 de marzo de 2009

Relato Destino

DESTINO

El sol comenzaba a ocultarse poco a poco detrás de una pequeña montaña. Los últimos rayos de sol teñían el cielo de un color anaranjado.

El viento, mensajero de palabras nunca dichas, susurraba silencioso.

Los árboles de cerezo, testigos de tantos encuentros, de tantos sentimientos, florecían dejando tras de sí una incesante lluvia de pétalos.

Akane paseaba por aquel sendero de flores. El color púrpura de sus ojos contrastaba con el negro intenso de sus cabellos.

Su mirada, triste, parecía perderse dentro de aquel paisaje mientras su mente viajaba a través de sus recuerdos. Recuerdos de cada lugar, de cada persona, de cada momento.

Hacía tan sólo un par de días que habían destinado a su padre a Tokio aunque ésta sólo era una más. Akane se preguntaba cuando sería la próxima vez.

Su padre era pintor profesional y cada cierto tiempo tenían que cambiar de ciudad, de casa, de amigos, sin embargo a él no parecía afectarle. Pero para Akane todo era muy distinto. Ella era una chica sensible, inocente y tímida. Su timidez algunas veces ha sido causa de murmullos y burlas por parte de sus compañeros.

El miedo a sufrir, a amar y después tener que olvidar o simplemente miedo a no ser aceptada.

Ausente, en sus pensamientos, llegó sin apenas darse cuenta al final del camino. Una barandilla la separaba de un pequeño precipicio en lo alto de la ciudad. A sus pies podía contemplar como poco a poco se iban encendiendo las luces de las calles.

Por un instante se sintió aliviada, por un instante pareció olvidarse de todo.
-- Es bonito, ¿verdad?
Akane se asustó un poco al escuchar una voz proveniente de atrás, instintivamente se dio la vuelta.
La voz pertenecía a un chico alto, delgado de cabellos grises y ojos azules como el cielo. El corazón de Akane empezó a latir muy rápido, sus mejillas se sonrojaron.
-- Perdona si te he asustado. No suele venir mucha gente por esta zona. Y menos a estas horas.
El muchacho se acercó a ella, Akane se sentía incapaz de mirarle cara a cara.
-- Suelo venir por aquí cuando estoy triste o me siento solo.
El joven tenía fija la mirada en el paisaje que se le ofrecía.
-- Cuando pienso que cada una de esas luces representa a una persona me ayuda a sentirme mejor. Por cierto me llamo Tommy.
Akane vio como aquel chico le tendía la mano. Al principio fue acercando la mano lentamente como si no estuviera muy segura de querer hacerlo.
-- A…Akane. Me… llamo Akane.

Una sonrisa asomó al rostro de ambos muchachos cuando sus miradas se cruzaron. Akane supo que algo había cambiado en su interior. La tristeza había desaparecido para dar paso a un sentimiento de paz.

Después de aquel día Akane regresó cada día a aquella colina para poder verle de nuevo. Para conocerle mejor. Pero él nunca volvió.

El tiempo pasó y el primer día de escuela había comenzado.

Akane regresaba a clase después del recreo. Al llegar a su pupitre se dio cuenta de que había algo encima de su mesa. Era una bolsita con un bonito lazo blanco.

Al abrirlo Akane pudo sentir algo muy cálido dentro de su corazón.

Al observar aquellos pétalos de cerezo entre sus manos, una lágrima resbaló por sus mejillas hasta llegar a sus labios y perderse en la sonrisa de una niña que por primera vez se sentía “alguien especial”.

Tal vez aquel encuentro en la colina fuera producto del azar. O Tal vez fuera el resultado de algo mágico que ayudó a unir a dos personas, dos personas que se necesitaban mutuamente y que simplemente estaban destinadas a encontrarse.

Fin

Espero que os guste

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